Millones en el limbo: la historia de los productos argentinos casi a la deriva por la guerra

Los embarques que iban a la zona de conflicto esperan ser reubicados desde puertos extranjeros como el de Róterdam; el tiempo presiona sobre perecederos y congelados, que requieren refrigeración; cítricos, peras, manzanas, productos de la pesca, carne y vinos, entre los más afectados.

Es imprudente hablar de cantidades”, asegura un productor de carne consultado sobre el impacto del cierre del comercio internacional en los principales puertos de Rusia y Ucrania, como consecuencia de los ataques que desató Vladimir Putin este 24 de febrero. Aunque el golpe es difícil de cuantificar, se pueden anticipar “quiebres” en el tejido productivo de muchas pymes agroindustriales.

El conflicto bélico, que ya lleva 4 semanas, dejó a muchos contenedores literalmente flotando a la deriva, sin posibilidades de llegar a destino y la inhabilitación de Rusia en el sistema de pagos internacionales Swift (acrónimo en inglés de Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication), otra inmensa cantidad de despachos quedaron demorados en los puertos de San Antonio Oeste (Río Negro), Puerto Deseado (Santa Cruz), Bahía Blanca (Buenos Aires) y Rosario (Santa Fe).

Aunque la relación comercial con Rusia, que hoy ronda los US$700 millones, se encuentra lejos de los picos de intercambio que se registraron en 2008 (US$ 1800 millones) y 2014 (US$ 2500) a partir de la exportación de fuel oil, principalmente, el gigante que se extiende sobre Europa del Este y Asia del Norte, es un gran comprador de cítricos, particularmente, de mandarinas, naranjas y limones; peras y manzanas; cortes de carne de baja calidad y “menudeo”, quesos, maní, pescado y vino. Productos que provienen, en su mayoría, de economías regionales de distintos puntos del país y que dependen de una logística de alta precisión.

“Como occidente ha generado bastantes restricciones desde el punto de vista económico sobre la normalidad de las operatorias, esas intervenciones están generando muchos inconvenientes”, indicó Miguel Zonnaras, presidente de Federación de Cámaras de Comercio Exterior de la República Argentina (FeCacera). En principio, los importadores rusos que operan en bancos que han quedado inhabilitados del sistema de pagos internacionales – Swift- que integra a 11.000 instituciones financieras de 200 países, no pueden pagar sus facturas; además, las navieras han retirado de sus rutas los puertos rusos hasta no ver un nuevo horizonte en el conflicto. “Muchas mercaderías que ya estaban en viaje a puertos rusos tuvieron que redireccionarse a puertos que ya están con alto nivel de ocupación, sin posibilidades de acopiar. Entonces, presionan al exportador para que libere rápido los espacios”, explicó Zonnaras.

Las propias barreras que dispusieron Estados Unidos, Canadá y otros países de Europa para sancionar al accionar bélico de Rusia, hoy, traban el comercio y generan consecuencias en distintas cadenas de producción. Claramente, la problemática no es local, pero sólo en Argentina unas 400 empresas que habitualmente comercian con Rusia se ven afectadas.

Las dificultades logísticas implican elevados costos, sobre todo para pagar la refrigeración de la carga, un extra que se abona por cada día en un puerto o depósito; además, las características de la mercadería y la sobreoferta de productos que convergen en los mismos puertos sin un destino seguro, hace que su valor se deprecie. “Un barco tarda 35 días en llegar de Buenos Aires a Rusia, por eso, una gran cantidad de containers quedaron alcanzados por esta decisión de las empresas navieras”, explicó Matías García Tuñón, coordinador de la Cámara de Comercio e Industria Argentino Rusa (Caciar), una entidad privada que agrupa a empresas argentinas y promueve el intercambio con Rusia.

“Los puertos de destino habitual de las exportaciones a Rusia son Róterdam (en los Países Bajos) o Amberes (Bélgica), desde donde hacen trasbordo”, contó García Tuñón. “Ahora las cargas quedan a la deriva y hay que buscarle otro destino”, aclaró y expresó que eso significa más costos, principalmente para mantener la cadena de frío de los alimentos. “Por eso –aclaró García Tuñón-, hoy sugerimos desde la Cámara Argentino Rusa que pongan toda operación en stand by (suspenso)”.

Del total de empresas que comercian con Rusia, 200 lo hace de forma regular. El grueso de las operaciones lo concentran 20 empresas grandes que, “tienen espalda” para sortear las dificultades, explican desde el sector privado, sin embargo, muchas pymes regionales afrontan demoras de pagos por entre 100.000 y 500.000 dólares, que pueden llevarlas a la quiebra.

En ese sentido, Julio Delfino, presidente del Centro de Navegación, señaló que “definir volver a origen la carga o revenderla a un tercero vía un COD (change of destination), ya de por si es un incordio para todos los involucrados (exportador, importador, barco, terminales etc), independientemente de la necesidad de renegociar. Todos pierden, El consignatario original posiblemente ya adelantó parte de la compra y simplemente no puede pagar ni recibir la carga para terminar el proceso financiero, documental y comercial”.

Alimentos a la deriva
“Persisten los inconvenientes por la falta de contenedores, el incremento de fletes marítimos, demoras por congestión portuaria, y consecuentes dificultades para cumplir con los plazos de liquidación de divisas establecidos”, repasaron desde Copal y agregaron que se presentan también demoras en certificaciones vinculadas a la exportación y problemas financieros relativos al esquema de Derechos y Reintegros de Exportación, entre otros aspectos.

Puntualmente, sobre el estallido del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, destacaron que “genera una situación de vulnerabilidad en aquellos sectores que, por el volumen que representan sus exportaciones con destino a Rusia sobre el total de su producción, no se encuentran en condiciones de modificar su estrategia comercial en el corto plazo”.

A las dificultades físicas, con contenedores con destino a Rusia que quedan de retenidos en los puertos de trasbordo de Rotterdam, Hamburgo y Bremen por parte de las autoridades aduaneras, se agregan inconvenientes con los cobros de exportaciones ya efectuadas por parte de importadores rusos, lo que hace “imperiosa” la necesidad de flexibilización del plazo para el ingreso de divisas (180 días). “La Argentina puede resultar beneficiada en la medida que defina políticas claras en favor de la producción y la exportación, adoptando instrumentos fiscales, laborales, de financiamiento y simplificación del comercio exterior”, expresó un vocero de la entidad que conduce Daniel Funes de Roja.

Pérdidas en el sector pesquero
En particular, el sector pesquero registra pérdidas que representan el 20% de las remesas argentinas a Rusia y Ucrania, desde que se inició la invasión.

Durante 2021, y hasta antes de comenzar el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, la Argentina exportaba un total de US$498 millones a ambos países, según datos de la Cámara de Armadores de Pesqueros y Congeladores de la Argentina (Capeca) De ese monto, US$99 millones correspondieron al sector pesquero, principalmente merluza y langostino.

Hoy, la incertidumbre afecta a todas las exportaciones a esos países. “La industria pesquera tiene contenedores que regresan, perdiendo los derechos de exportación abonados, ya que la Aduana no devuelve los importes pagados, teniendo que volver a costear cuando se exporte de vuelta el producto, además de salir a vender posiblemente a un menor valor esa mercadería y que no necesariamente consigan mercados alternativos. También las empresas quedan sujetas a posibles sumarios del BCRA por la falta de ingreso de divisas”, denunciaron desde la entidad pesquera.

Desde la Subsecretaria de Pesca y Acuicultura de la Nación, indicaron a La Nacion que se encuentran monitoreando desde el primer día la evolución de aquellos contenedores en tránsito. “La evolución de los contenedores se ha ido modificando, ya que una partida considerable de productos tienen nuevo mercado de colocación, y otro se encuentra a la espera de la confirmación por parte de las navieras para ingreso a puerto ruso, previa autorización, esto debe ser confirmado por la navieras que siguen evaluando las posibilidades de acceso”, confirmó el subsecretario del área, Carlos Liberman.

La secretaria de Relaciones Económicas Internacionales, Cecilia Todesca Bocco, y el subsecretario de Promoción del Comercio e Inversiones, Pablo Sívori, mantuvieron un encuentro con representantes de más de 30 entidades de un variado espectro exportador, que plantearon las dificultades en torno a cuestiones logísticas (redireccionamiento de mercadería) y financieras (cobros, anticipos, liquidación de divisas), y pusieron sobre la mesa la cantidad de costos adicionales que se generan como consecuencia.

“Estamos ante mercados que se paralizan porque obviamente todo el mundo tiene armado un cronograma planificado de cómo van a ser los distintos embarques, cómo está la reserva de bodegas, todo eso queda en el aire en una situación casi de desesperación que está dañando a muchas economías regionales”, analizó Miguel Ponce, el director del Centro de Estudios para el Comercio Exterior Siglo XXI.

Respecto a las perspectivas, Delfino indicó que, si bien la mayoría de los operadores proyecta un conflicto “corto”, las pérdidas son grandes, ya que se suman costos de estadía y enchufe (carga reefer) en algún puerto intermedio “donde las indefiniciones siguen generando más perdidas con un reloj que no frena”.

Ponce agregó que “si bien no se trata de un mercado central, en nuestras exportaciones entre 90-95 por ciento son productos de la agroindustria, ya sea bienes primarios o con valor agregado, como el caso del vino, y creo que hasta que no se aclare el estatus comercial en el que queda Rusia, todas esas pymes muchas familiares, no podrán reubicar su producción de un momento a otro por lo que van a estar afectadas”.


Por La Nación.

 

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